sábado, 3 de julio de 2010

La impureza del entrenador

NATXO UGARTE BARAKALDO

En cada evento deportivo, mucha importancia se da a la nacionalidad de los deportistas. La polémica cubre en cada Olimpiada o campeonato futbolístico a todos aquellos con pasaportes de doble procedencia. Basta con que un futbolista nacido en Brasil, se nacionalice Español para que se monte el quilombo del año por saber con que selección debe o no participar. La historia está repleta de deportistas que han sufrido grandes castigos por esta razón.

Di Stéfano pasó de héroe a villano en Argentina por defender los colores de la selección Española a partir de su paso por el Real Madrid. La saltadora de longitud Niurka Montalvo, fue vetada en Sidney 2000 por la Federación Cubana de Atletismo como represalia por decidir defender la bandera de España. Más reciente es el caso del futbolista culé Bojan Krkic quien pese a su nacimiento en Lérida, la procedencia de su padre le otorgaba la nacionalidad serbia y stuvo a punto de costarle un Mundial en las categorías inferiores. Sin embargo uno de los casos más dramáticos fue el de Matthias Sindelar, el Austriaco de Papel, quien a su negativa de competir para la selección alemana después de que ésta ocupara Austria en la Segunda Guerra Mundial, le sobrevino una trágica muerte en extrañas condiciones. Más tarde se supo que el régimen Nazi acabó con él y su mujer en 1939. Sin embargo, en medio de esta hoguera por la defensa nacional, hay unos protagonistas principales que se salvan de la quema. Y no sólo eso, sino que saltan las llamas cuantas veces quieren: los entrenadoes.

Los entrenadores forman parte directa del éxito de un deportista o un equipo. Pese a esto, la normativa de nacionalidad que debe cumplirse con sus pupilos, para ellos no existe. De las 32 selecciones que participan en el Mundial de Sudáfrica, sólo 19 tienen entrenadores nativos. Curiosamente, seis de ellas son las que aún hoy siguen con opciones de llevarse el título, por lo que parece que para el exito, es necesaria como si una fé de sangre se tratase, la pureza nacional del entrenador.

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